A feira
Una de las raras
ocasiones de esparcimiento de las que podíamos disfrutar era el día de feira.
Según Xosé Mª Lema, a feira de Baio se viene celebrando al menos desde 1741. Se
celebran dos ferias en el mes, una el primer martes y la otra el tercer domingo.
Más de la mitad de los vecinos de Fornelos iban a esta feria, es decir, todos
menos los ancianos, niños o el que no tenía una ropa medianamente adecuada. En
la feria se compraba y vendía de todo: ganado, grano, utensilios para el campo,
menaje de cocina, ropa, calzado, alimentos, etc. Incluso se pactaban los
compromisos de bodas entre los padres de los novios.
Un personaje que no faltaba en las ferias era el ciego de las historias. Este
hombre, al tiempo que tocaba el violín, cantaba los crímenes más famosos de la
época; mientras, su ayudante, vendía las historias escritas. Había gente que
aunque no sabía leer compraba dichas historias, impresionada por el espectáculo,
para que luego alguien se las leyese de nuevo.
Para cerrar las operaciones mercantiles era necesaria la presencia de o home bo
(el hombre bueno). Este actuaba de “notario”. Para este puesto se requería una
persona muy conocida, de gran personalidad y respetada por todos. Cuando se
realizaba una compra-venta de una vaca, un par de bueyes, etc. si en el momento
de aceptar la operación no estaba presente o home bo, se le iba a buscar. Se
pactaba la fecha de pago (generalmente para la feria siguiente). Entonces o home
bo mandaba que el comprador entregara un peso (cinco pesetas) al vendedor y que
se dieran la mano. Si no había señal de las cinco pesetas la operación aún podía
volverse atrás, de lo contrario, era prácticamente imposible. En la feria
siguiente, se hacía el pago o la devolución del animal, si éste saliese
defectuoso, pero siempre en presencia del home bo.
El día de la feria, sobre todo si era la del domingo, los caminos se llenaban de
gente. La mayoría recorría a pie 10 ó 15 kilómetros con sacos de grano y
patatas; cestas de huevos, gallinas o conejos; con ganado caballar, lanar,
vacuno, porcino, etc. Había quien llevaba sacos en las bicicletas (y ellos a
pie) o en carretillos de madera. Otros iban a caballo, en bicicletas, autocares
o camiones. Tanto los autocares como los camiones iban a poca velocidad y cuando
era cuesta arriba los niños nos colgábamos de las escaleras o alguna otra cosa
que sobresaliese.
Para el transporte de envergadura se empleaba a los arrieiros. Estos traían ocho
o diez caballos y mulas, atados unos a los otros, y con ellos hacían el
transporte de distintas mercancías.
Al regreso de la feria recuerdo ver como mucha gente volvía con los zuecos
colgados al hombro, unos porque les dolían los pies, y otros, por no gastarlos.
No faltaba quien dijese:
- “Descalzo ándase mellor e ademais afórranse os zocos”
Por la tarde iba la juventud al cine, al baile o simplemente al paseo que se
formaba en la carretera. A los niños, si trabajábamos mucho y éramos buenos, nos
prometían traer de la feria una naranja o una rosca.
Cierto día fui a la feria de Baíñas. Allí me encontré con otro joven de Baio y,
a primera hora de la tarde, fuimos a dar un paseo por la carretera donde
sabíamos que se juntaba la juventud. Entablamos conversación con unas chicas,
mayores que nosotros, y les propusimos acompañarlas aquella misma tarde. Nos
respondieron que sí, pero sólo hasta el final del paseo. Y así fue; al llegar al
final nos dejaron. Menos mal que, con tanta gente, fue fácil conseguir compañía
para el viaje de vuelta.
|