La vida en el pueblo

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Juegos de niños

 

Haré aquí un repaso de los juegos y juguetes que en nuestra época, a falta de consolas de videojuegos ni otras historias, entretenían nuestra infancia.
Os agochos.- El escondite era uno de nuestros juegos preferidos. En nuestra casa jugábamos con mucha frecuencia al escondite, pero el sitio ideal era la de Casimira. Esta casa no tenía chimenea, ni luz eléctrica, sólo había la luz de la lumbre o de algún candil y sobre todo, mucho humo. Por ello el agocho era fácil, bastaba con estar quieto en alguna esquina, detrás de una columna o en la cuadra de las vacas. El encargado de buscar a los participantes en el juego, tenía que tener mucho cuidado, ya que a menudo salía uno dando gritos de donde menos se lo esperaba.
En una ocasión, cuando era yo muy niño, María, la hija de Casimira, me escondió dentro del horno sin fijarse que éste estaba aún algo caliente, tapando la entrada con una especie de puerta. Gracias a Dios, ésta no cerraba bien y pude pedir auxilio antes de asfixiarme y asarme vivo.
O can enfermo.- No sé a qué era debido el nombre. Se asemejaba al escondite, pero en este juego el que "pandaba" tenía que sujetar a los otros y pararlos antes de entrar en la "panda". Para ello se empezaba por parar a los más débiles y con ayuda de ellos sujetar a los más fuertes.
A queda.- Este es un juego sin fin. En un grupo de niños, uno le daba a otro con la mano y le decía "quedache" y seguidamente echaba a correr, al igual que el resto del grupo. El que "quedó" tenía que coger a uno y decirle de nuevo "quedache", ocupando así su sitio.
Xoguetes feitos coa navalla.- Los niños teníamos que fabricar nuestros propios juguetes, a veces con la ayuda de los mayores, aunque en otras ocasiones eran los propios mayores quienes destruían los juguetes para que dedicáramos más tiempo a trabajar. El mejor juguete que se le podía regalar a un niño (por no decir el único) era una navaja, la cual se ataba con un cordón o con una cadena al pantalón (iba a decir cinturón pero a lo mejor ni tenía). Con ella se hacían infinidad de cosas. Un juguete muy corriente era el tirabalas, que se asemejaba a la bomba de aire de las bicicletas. La parte del cañón se hacía de una rama de bieiteiro (saúco) de unos 10 ó 15 centímetros. Cuando la rama es tierna tiene una médula de más de medio centímetro de diámetro que, si está recién cortada, es fácil de sacar presionándola. El émbolo se hacía de buxo o de toxo. Las balas eran el fruto del loureiro real (laurel real). Se ponía una en cada extremo, se presionaba sobre una de ellas hasta que salía la otra por el otro lado disparada a 4 ó 5 metros. Si no había frutos se humedecía papel y se hacía una bola.
Otro juguete que hacíamos, si se estaba próximo a un arroyo, era un sarillo, especie de noria. A una rama de salgueiro (sauce) de unos 15 ó 20 centímetros se le hacían dos cortes en el centro, uno perpendicular al otro, se preparaban dos aspas de la misma madera y se introducían en los cortes. En una pequeña corriente se hacía un canal con la casca (corteza) de pino, seguidamente se ponía o sarillo sobre dos ramitas en forma de estaca y se nivelaba hasta que éste daba vueltas sin parar.
Con las ramas tiernas del abeneiro (aliso), se hacía un silbato, parecido a los del jefe de estación. En un trozo, de unos ocho centímetros de largo por uno de diámetro, se le daba un corte todo alrededor, separando un centímetro por la parte más gruesa. Luego se golpeaba suavemente la parte más larga con otro palo, hasta que soltaba la corteza en forma de tubo; se preparaba la parte leñosa para que hiciese cámara y a la corteza se le hacía una muesca, se montaba de nuevo la corteza y quedaba listo para silbar.
Con la corteza de los pinos se hacían figuras: muñecos, animales, barcas, etc. También se hacían miniaturas de herramientas del campo.

Bicicletas de madeira.- Esta especie de bicicleta se construía totalmente con madera de pino, excepto los ejes de las ruedas que eran de boj. El freno era una clavija próxima a la rueda trasera, o la aplicación directa del zueco del conductor al suelo. Había quien tenía verdaderas maravillas. La que tuve yo fue mala y por poco tiempo, ya que mis condiciones físicas no me permitían hacer deporte. Al no tener pedales sólo valían para bajar las cuestas y como las carreteras estaban sin asfaltar, al llegar a una piedra, ésta hacía de calzo y difícilmente pasaba por encima, y por consiguiente la caída era segura.

Coches de madeira. - Al igual que las bicicletas, eran hechos por los propios niños con tablas de pino, excepto los ejes, que eran de maderas más duras. Tenían un cierto parecido a un kart. Al ser las ruedas mucho más pequeñas que las de bicicleta necesitaba que alguien empujase, aunque fuese cuesta abajo. Claro está, todo dependía del "estado de la pista". No obstante, y a pesar de sus defectos, quizá abundaran más que las bicicletas. En la carretera del Bao todos los domingos por la tarde, había grandes carreras de bicicletas y coches de madera.