Siembra y recolección
Era costumbre en Galicia sembrar distintas especies, lo mismo que tener una
gran variedad de animales como: bueyes, vacas, yeguas, ovejas, cabras, cerdos,
gallinas, conejos, etc.. Lo que se conoce como "economía de autoabastecimiento".
Detallaré seguidamente las siembras más importantes así
como su cultivo y su recolección.
Millo e fabas.- Se empezaba por preparar la tierra dándole
la vuelta con el arado de hierro. Tirar del arado suponía un gran esfuerzo
para los animales, y el que no tenía un buen par de bueyes se veía
en la necesidad de usar as soles, dos parejas, bien fuera una de bueyes
pequeños y otra de vacas, o las dos parejas de vacas. Y así, a
lo mejor para arar tres ferrados de tierra (medida de superficie, que
varía de un lugar a otro; el ferrado de Fornelos equivale a 432
m2), salíamos de casa una pequeña expedición. Una persona
para atender el arado, y otra más por cada pareja de animales. También
podían ir otras dos para echar el estiércol o toxo en el surco
y algún que otro niño pequeño o el abuelo que no tuvieran
mucho que hacer, cuatro vacas, el perro, el carro con el arado, etc. Total,
que si nos extendíamos un poco ya no cabíamos en la finca. Recuerdo
algún vecino, entre ellos "o Coxo", que todavía usaba
el arado romano.
Esto suponía arar, gradar y repetir la operación dos o tres veces
y al final, como los terrones quedan sueltos, había que recogerlos, una
vez golpeados adecuadamente para que no llevasen tierra. También había
quien lo hacía a mano, sobre todo en fincas pequeñas como "as
Vidalas" y "Rial", a base de picar con o rancaño
y hacer o rego (el surco) con el legón. Una vez volteada la tierra,
se le dejaba unos días de descanso, y luego se gradaba. En nuestra casa
solía hacerse con tres gradas: la primera con dientes de hierro y tirada
por bueyes, la segunda con dientes de madera y tirada por vacas y la tercera
hecha con xestas (retamas) y tirada por la yegua. Sobre la grada se ponía
una piedra para que los dientes entrasen más profundamente en la tierra.
Otras veces se ponía un niño con una vara, para que al mismo tiempo
que hacía de "lastre" golpeara al ganado y así anduviera
más de prisa. Hoy sólo de pensarlo me da escalofríos recordar
el riesgo que suponía para el niño ir sentado sobre aquel instrumento,
donde podía colarse una pierna entre aquellos dientes de hierro (de hecho
alguna vez se colaba), tragar gran cantidad de tierra y, en el mejor de los
casos, salir corriendo cuando la vaca quería hacer sus necesidades.
A finales de abril o primeros de mayo, se sembraba "o millo e as Jabas".
La mayoría con sembradoras, y los restantes con el arado romano, abrían
los surcos y a dos manos sembraban el maíz en dos surcos a la vez y luego
de otra pasada se sembraban las alubias. Una vez depositadas las semillas, se
pasaba la grada para tapar el grano. Según iban creciendo, se sachaba
tres veces: "decruar, arrendar e cavar". De nuevo con sachadora
o con arado, repasando a mano con el sacho. Después de sachar por tercera
vez, se sembraba semilla de remolacha forrajera o semilla de nabos utilizados
como forraje, aunque también se aprovechaban para comer, seleccionando
las hojas tiernas (las nabizas) o cuando estaban a punto de empezar a germinar,
los famosos grelos.
Las primeras en recogerse eran las alubias. Se daban varias pasadas para ir
recolectando las plantas que estaban logradas. Una vez secas al sol (y después
de pasar muchos trabajos, ya que el sol escaseaba y había que estar pendientes
del agua y del sol) se mallaban (majar), trabajo que se hacía
a mano con todo tipo de utensilios: manlle (utensilio de dos piezas una
larga y delgada y otra mas corta y gruesa unidas por una cadena o por una cuerda),
anciños (rastrillo de madera), forrada (horca), etc. Por
último, una vez limpias y secas se guardaban en sacos o
en huchas.
El maíz se recogía al principio del otoño. Todo el trabajo
era manual. Se cortaban las plantas una a una y se apilaban en forma circular
no palloto. Si iban a permanecer varios días así, había
que hacerlo de tal manera que en caso de que lloviera no entrara el agua. Luego,
alrededor do palloto, se ponían varias personas a escunchar,
esto es, retirar de las casulas la espiga ayudándose del escuncho
(instrumento hecho de hueso de cerdo o de algún objeto metálico).
Las espigas iban a unos cestos y a palla, que se apilaba al lado contrario,
se ataba en monllos. Esta faena aunque dolorosa para las manos, era muy
alegre, se hacía sentada y se podían contar cuentos e historias,
y, al anochecer, cantar y darse algún que otro revolcón sobre
a palla. Una vez en la eira las espigas eran seleccionadas y llevadas
al cabazo. Os monllos se transportaban en carros a o agro, donde
se ponían en cabanas. Para ello se talaban unos pinos de unos
seis o siete metros de alto y se colocaban en forma de cono, enlazando y presionado
los monllos en los troncos de pino, de manera que no penetrara el agua
y dejando dos puertas para que pasase el aire y se ventilase. Durante el invierno
se iban retirando, (empezando por la parte de abajo), para alimento del ganado.
Con las casulas picadas se hacían los jergones.
Era síntoma de riqueza tener muchas cabanas, de ahí que
el número de monllos de una cabana dependiera mucho de
quien la hacía. Lo mismo ocurría con el cabazo. Era muy
importante abrir la puerta y ver maíz hasta el tejado, aunque para ello
los laterales no estuviesen llenos.
Os cereais. - A parte del maíz, mis padres sembraban trigo,
centeno, avena y cebada. La tierra se preparaba con el arado romano y se gradaba
con grada de dientes. En el mes de diciembre se esparcía una capa fina
de estiércol, y sobre ella se sembraban los cereales. Con el soumaduiro
(parecido al arado romano), se hacían unos surcos de más o menos
un metro de ancho. Con o trullo se esparcía la tierra que salía
del surco, y se tapaba el estiércol y los cereales. La siega se hacía
en el mes de julio. Los cereales pasaban del metro de alto y la siega se efectuaba
en dos fases. En la primera pasada, y con la fouciña (hoz pequeña),
se cortaban por la mitad, seleccionando en muchas ocasiones las malas hierbas
de entre los cereales. Esta parte donde iba la espiga se ataba en monllos
y se llevaba a la eira. En la segunda pasada se cortaba con o fouciño
da palla el resto de la paja con las hierbas y se ponía a secar.
A malla se
hacía na eira con maquinaria, aunque alguno como "o Maroto"
la hacía con el ganado. Para ello se unían dos vacas con una cuerda
y una persona detrás con una vara en una mano y un orinal en la otra,
para evitar que mancharan los cereales. (Se procuraba que las vacas no pararan
con el fin de evitar que hicieran sus necesidades encima del fruto). También
se hacía a malla manual como en el caso de las alubias. Una vez
limpio y seco el grano se guardaba en grandes huchas. Con la paja se hacían
dos tipos de palleiros. El de palla branca que era la paja de
la parte de la espiga, y el de palla restreva. Tanto una como otra se
utilizaban para alimentar al ganado, aunque la restreva solía utilizarse
para hacerle la cama.
A pataca.- La patata en Fornelos se le conoce con el nombre
de castaña, y a la castaña como castaña de ourizo.
Este tubérculo procedente de América, toma el nombre de castaña
al sustituir a ésta en la alimentación. La tierra se preparaba
arándola con el arado romano y gradándola con la grada de dientes.
La siembra se hacía por Semana Santa. A pesar de que es una fecha variable,
el jueves por la mañana y el viernes por la tarde, eran días destinados
a plantar las patatas (antes sólo era festivo la tarde del jueves y la
mañana del viernes). La labor de plantar, siendo yo muy niño,
era toda manual. Luego se ayudaban del arado bien sea romano o de hierro. Cuando
se hacía manual, con el cabaduiro se picaba y con un legón
se hacía o rego. Seguidamente se pelaban los terrenos para
o rego, encima se ponía un poco de estiércol y un poco
de químico (abono mineral) y por último una patatita pequeña
o una porción de una grande. Cada medía docena de surcos, se ponía
uno de coles y chícharos (guisantes). Se sachaban dos veces: decruar
e arrendar. La recolección se hacía en el mes de agosto todo manual
y con sachos. En carros eran transportadas a los cabanotes donde se seleccionaban
y guardaban en lugares oscuros. En esta época no se fumigaban las patatas
dado que el escarabajo no llegó a Fornelos hasta los años cincuenta.
Recuerdo que los primeros que vimos los trajo mi padre en una caja de cerillas
un día que fue a Zas.
O liño.- Otro trabajo muy laborioso era el que ocasionaba
el lino, tanto durante su siembra y recolección, como luego para convertirlo
en prenda. Esta faena la vi hacer en muy pocas ocasiones pues ya hace muchos
años que no se siembra lino en Fornelos. Hasta principios de siglo la
casi totalidad de los campesinos del lugar hacían muchas de sus prendas
de vestir y ropa de hogar a partir de la lana de la oveja o a partir del lino,
llegando incluso a vender el sobrante.
La siembra se hacía el mes de marzo o abril. Previamente se abonaba la
tierra, se araba, se gradaba y se limpiaba de todas las malas hierbas. Después
de sembrar a liñaza (linaza), se pasaba la grada hasta un total
de siete veces, siendo la última en forma de aspa o de cruz, supongo
que debido a alguna creencia o superstición. En el mes de junio se arrancaba
el lino. En la misma finca se preparaba una eira y se procedía
a ripalo (separar la baga o cápsula donde estaba la linaza del
tallo). Para ello se pasaba la flor del lino por una especie de peine de madera,
de unos 50 centímetros de alto por 30 de ancho, que se colocaba sobre
un banco que tenía una ranura con un pasador que lo sujetaba. La baga
se ponía en sacos y más tarde se tendía al sol para que
abriera y soltara la linaza. Esta tenía aplicaciones en aceites (para
pinturas) y en medicinas caseras (como cataplasmas). El tallo era atado en feixes
y se llevaba al río durante 9 ó 10 días, luego se tendía
al sol en los prados unos 15 días y cuando estaba bien seco y caliente,
se llevaba para los cabanotes.
El día que se calentaba el horno para hacer a broa nada más sacar
ésta del horno, se metía una planta que se recogía en el
río llamada brizo (ésta se utilizaba sólo para que
no se quemase el lino). Encima del brizo se ponía el lino durante
dos o tres días. Luego éste era pisado y machacado para lo cual
se ponía en unas grandes pias (pilas) de piedra y se machacaba
con unos grandes mazos de madera de roble. En caso de grandes cantidades era
el ganado el que lo aplastaba previamente, dando vueltas sobre él na
eira. Después de pisar el lino, había que tascarlo. En
el banco antes citado, se ponía un tabla de madera de roble de unos 15
centímetros de ancho por unos 70 de alto. Sentados sobre el banco se
iba rozando los manojos de lino con la madera hasta deshacer el tallo (la fibra
se obtenía de la parte exterior del tallo, desechando la parte interior
por ser leñosa), obteniendo así los cerros. La siguiente
operación era rastrelar los cerros. El rastrelo
era semejante a la carda, pero en vez de usarlo con las manos se sujetaba al
banco. Al golpear el cerro contra las púas del rastrelo,
se separaba y seleccionaba por lo menos en tres grupos: estopa, lenzo
y liñas (hebras). La parte más áspera y con restos
leñosos, la estopa, quedaba en el rastrelo y en la mano se quedaba la
más fina, o lenzo. Luego se golpeaba de nuevo o lenzo y
en la mano quedaban ahora
as tiñas. La estopa se ponía en bolas de una libra aproximadamente
y el lenzo y las liñas se ponían de nuevo en cerros.
Durante los días lluviosos y las noches de invierno se cogía a
roca (rueca) y o fuso (huso) y se hilaba, bien sea para obtener hilo de estopa,
de lenzo o de tiñas. Las mujeres de más edad hilaban prácticamente
todo el año. Había quién organizaba una fiada (hilada),
que consistía en ir por las casas de los vecinos entregando una libra
de lino a cada persona que quisiera participar. El hilar una libra daba derecho
a una cena para el día que marcaba el organizador. Al final de la cena
había baile en la casa de éste, animado con pandereta, pandeiro
y conchas de vieiras. Si era un buen baile no faltaba la gaita. Al mismo podían
asistir todos los vecinos.
Por el sarillo (especie de devanadora) se pasaba el hilo del ovillo obtenido
con el huso haciendo as meas (madejas), las cuales se clasificaban según
el tipo de lino obtenido. Luego en unas ollas muy grandes se hervían
con agua y ceniza para blanquearlas, repitiendo varias veces los lavados y coladas.
Las tiñas se podían usar directamente o uniendo dos. Para ello
se torcían con las manos, obteniendo la liña doble, quedando con
un perfecto acabado y muy fuerte. Estas se usaban para remendar, coser, poner
botones, etc. En el mismo sarillo se devanaban las meas y se ponían
en ovillos para enviar al telar, que solía haber en la misma casa, el
cual era de madera y totalmente manual. (Cuando se casa María-Antonia
Romar Leis, hermana de mi tatarabuelo Andrés, llevó como dote
un telar viejo de pino). Con el hilo de estopa se hacían sacos,
sábanas, etc. y con el de lenzo se hacían colchas y todo
tipo de prendas de vestir. Mezclando hilo de lenzo con el de lana se
hacían las mantas. Blandina tiene, como recuerdo de sus padres, dos colchas
de lino y una pieza de sábana.
Las mantas, después de salir del telar, se llevaban al batán para
desengrasar y darle más cuerpo al tejido. El batán estaba formado
por unos grandes mazos movidos por agua y por medio de una especie de cigüeñal.
En unos moldes hechos con troncos de roble, se ponía la manta y los mazos
la golpeaban día y noche durante varias jornadas, hasta dejarla lista
para meter en la cama. Los batanes más cercanos a Fornelos eran los del
Mosquetín, uno de los cuales, y según el catastro del Marqués
de la Ensenada, en el año 1753 pertenecía al tatarabuelo de mi
tatarabuelo, Antonio de Romar .
Las sábanas que se obtenían del lino no destacaban precisamente
por su finura aunque estaban muy bien consideradas. Recuerdo que el día
anterior a la operación que me hicieron para extraerme un quiste en la
barbilla, fui a dormir a la casa de los parientes de Anllóns (el cirujano
fue un pariente de mi madre llamado D. Julián Collazo y el lugar de la
operación Ponteceso). Como era forastero, me pusieron unas sábanas
nuevas de lino. El hilo utilizado era de estopa y cada vez que me movía
en cama, los trozos de lino me rascaban el cuerpo como si fuera papel de lija.
Entre eso, dormir fuera de casa y la operación del día siguiente,
no dormí nada en toda la noche.
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